viernes, 11 de abril de 2014

UTRERA MEDIEVAL Y CASTILLO. PARTE III

Por Antonio Jesús Hormigo Aguilar y Pedro Pérez Quesada

Siglo XV y consolidación de la villa

La concesión de los privilegios reales y la construcción de la villa fortificada permitirían el crecimiento  de la población durante el siglo XV. De este modo, Utrera pasaría a tener unos 700 vecinos en torno a 1430 y unos 1500 en fechas de la conquista de Granada. Puesto que estas cifras de vecindario deben multiplicarse por 4,5 ó 5, tendríamos una población a fines del siglo XV de unos 8000 habitantes. Utrera, continuaba perteneciendo a la jurisdicción del Concejo de Sevilla (hasta 1748, con Felipe V, no pasaría a jurisdicción realenga).
Utrera, no obstante, tendría cierta preeminencia entre los pueblos de la Campiña. Así, dentro de la Vicaría (división del arzobispado de Sevilla) de Sevilla, se encontraba la Vicaría de Utrera, que abarcaba a Los Molares, las tierras de la antigua Facialcázar y el Sarro, Los Palacios, Alocaz, Gómez Cardeña, La Alcantarilla y Las Cabezas de San Juan. Junto a ello, en Utrera se reedificó durante el siglo XV la iglesia de Santiago y se construiría de nueva planta la de Santa María, formando dos collaciones distintas. Como se puede observar en el plano de 1767, la collación o parroquia de Santiago comprendería las parcelas situadas dentro del primer recinto fortificado, mientras que la de Santa María tendría beneficio sobre las nuevas áreas abiertas con la nueva cerca. Dentro de la nueva cerca se encontraría la Judería. Los judíos se encontraban en el término de Facialcázar en 1253, con el repartimiento. Es posible que el abandono definitivo de la que fue cabecera de comarca desde siglos, posibilitara la ocupación de judíos en el entorno de la actual Utrera. La antigua Judería se identifica tradicionalmente con un pequeño conjunto alrededor de la calle Niño Perdido situado en la esquina nororiental del recinto amurallado.  El área de referencia conserva un trazado de callejuelas y mantiene la antigua Sinagoga, posteriormente reutilizada como Hospital de la  Misericordia y Hermandad de la Caridad que en la actualidad es  un mesón.  Sobre la ubicación de la Judería utrerana la única fuente con la que contamos es la mención de Rodrigo Caro en su Memorial de Utrera: “La plaza del Altozano no era tan frecuentada, porque el arroyo, aunque torcía por donde ahora está el Hospital de la Misericordia, alguna vez sobraba y corría por aquella plaza; porque no se había acabado el corriente y madre que ahora tiene en la peña viva. No había allí sino gente forastera y judíos, por lo cual le llamaban Val de Judíos, los cuales tenían su sinagoga donde ahora es el Hospital de la Misericordia; y expulsos los judíos, se formó el año de 1492 la cofradía, que fue el mismo año de la expulsión de esta canalla” (Caro 1604). Esta cita descubre la posibilidad - que también podemos comprobar mediante el análisis topográfico del Conjunto Histórico -  de que durante la Baja Edad Media, o al menos a inicios de ella, el arroyo del Calzas Anchas  discurriera por el interior  de la ciudad (parte sur del primer recinto amurallado), enlazando desde la calle Álvarez Hazañas, a través del Niño Perdido, con la calle La Plaza y la de Santa Clara para finalmente encontrarse con el actual curso del arroyo en la Avda. de Los Palacios. La ubicación del castillo, según esta hipótesis, no perdería su idóneo carácter defensivo dado que junto con el Arroyo de la Antigua dejaría al primer recinto amurallado de Utrera estratégicamente situado entre dos cursos de agua. La necesidad de desviar el curso del arroyo y encauzarlo en el terreno natural (en la peña viva) una vez que se amplía el recinto durante el siglo XIV, disponiéndolo a modo de foso, podría demostrarse por la escasa profundidad a la que se hallan los niveles geológicos terciarios en la Plaza del Altozano (a menos de un metro de profundidad) o en la Plaza de la Constitución (a 50 cms).

El siglo XV fue un momento de expansión demográfica y crecimiento urbano. En este momento se debió colmatar gran parte del interior del recinto fortificado y debieron igualmente desarrollarse arrabales en los exteriores de la ciudad. El modelo característico contempla dos áreas o elementos constantes de atracción para la ocupación del espacio: los caminos principales de salida de la ciudad y las fundaciones monacales que usualmente ocupan estos mismos espacios ya que suelen iniciarse a partir de ermitas preexistentes junto a caminos. Un elemento urbanístico típico de la Baja Edad Media y de la Edad Moderna es la existencia de “Correderas” fuera de los núcleos urbanos. Se trata de grandes espacios abiertos extramuros y junto a uno de los caminos de salida o entrada a las mismas. Estos espacios eran dedicados a la celebración de ferias, alardes, debiendo su nombre a las carreras de caballos. Son espacios públicos que suelen perpetuarse físicamente en el tiempo y a menudo los recoge la toponimia como es el caso de Utrera. La calle Corredera se encuentra fuera de los muros iniciándose a los pies del castillo y desarrollándose en sentido del camino de Sevilla, población de mayor importancia de entre sus vecinas. Aún hoy día mantiene especial anchura en su trazado aunque debió ser aún mayor. La corredera supone otro de los elementos bajomedievales sobrevivientes en la trama actual, en este caso, un vacío.

En el plano económico, junto al cultivo de cereales (plasmado en las cifras del diezmo eclesiástico de ambas parroquias) y como consecuencia la proliferación de tahonas, se conoce un gran desarrollo de las actividades ganaderas beneficiado por los distintos privilegios y cartas puebla que reciben las poblaciones fronterizas. A pesar de estos privilegios, la ganadería tuvo grandes dificultades debido a la inseguridad del territorio. Carmona Ruiz (La actividad ganadera en la Banda Morisca, 1996) señala la presencia en Utrera (por orden de importancia) de  ganadería porcina, ovina, vacuna, boyal, colmenas, mular y asnal, caballar y caprino.



Fin de la frontera y asedio del castillo

Durante el reinado de Enrique IV, las algaradas granadinas en tierras de la frontera fueron constantes. Montes Romero-Camacho (Sevilla y la Frontera de Granada durante el reinado de Enrique IV), aporta algunos datos referentes a la toma de medidas defensivas en Utrera y su campiña. Señala Montes que el 12 de agosto de 1459 el Concejo de Utrera puso guardas durante ocho días en los lugares más peligrosos. Esto supuso que la villa se quejase a Sevilla, debido al coste de estas medidas (2000 maravedís). Finalmente, el Concejo hispalense daría órdenes al Mayordomo del Concejo para pagar estas costas con la saca de las cargas del pescado. Asímismo, se ordenó a los habitantes de Utrera a prestar servicios de milicia cuando lo ordenase el Concejo de la villa (AMS, Actas Capitulares, 1459-VIII-17 y 22, f.28). La dotación de guardas en los lugares convenidos se hizo costumbre hasta el fin de la frontera, pagándose las mismas de distintas partidas (el 17 de agosto de 1459 se pagarían con las penas de taberneros, candeleros y tablageros).

Pero el suceso de mayor importancia que acontecería a Utrera durante el siglo XV fue el asedio que protagonizarían los RRCC contra el castillo en 1477. Como señala Navarro Saínz (El concejo de Sevilla en el reinado de Isabel I, 2007) la legislación de 1443 regulaba las tenencias de los castillos de Sevilla. Era el Concejo de Sevilla la encargada de designar alcaides (con caballeros veinticuatro) y de abastecer y conservar las fortalezas. A pesar de ello, los castillos más importantes del alfoz de Sevilla estaban bajo el poder de los duques de Medina Sidonia y de Arcos (Guzmanes y Ponces).  Como se mencionó más arriba, Isabel I vendría a la Baja Andalucía para restablecer la paz y recuperar las plazas que habían sido usurpadas por los distintos linajes. En esa fecha, era alcaide de la fortaleza de Utrera el mariscal Fernando Arias de Saavedra, que también ocupaba las fortalezas de Tarifa, Zahara y Matrera. A la petición regia de devolver los castillos, el mariscal se negaría rotundamente. Asímismo, fortaleció y abasteció el castillo, haciendo circular la noticia de que la villa pasaría en señorío al adelantado Pero Enríquez. Fernando justificaba su resistencia en la confirmación hecha por Enrique IV a su padre Gonzalo Arias de Saavedra (que simpatizaba con el bando de los Ponce de León) de las tenencias de Utrera y Tarifa (Rufo Ysern, Los Reyes Católicos y la pacificación de Andalucía, 1988). Tarifa habría sido arrebatada en 1448 a los Enríquez, almirantes de Castilla, que estaban enfrentados a Enrique IV y su valido Álvaro de Luna, y que reclamaban con fuerza la recuperación de la plaza. El mariscal ordenaría al alcaide que puso en el castillo – Juan Téllez-  que no entregase la fortaleza, prometiéndole socorro en caso de ser cercado. Fernando se temía que los monarcas cederían la alcaldía y el señorío de Utrera al adelantado de Andalucía Pedro Enríquez. Estaría como rehén en la guarnición su hijo Pedro Hernández de Saavedra junto a cuarenta y cinco escuderos capitaneados por Juan de Guzmán. Como cuenta Rufo Ysern, la fortaleza fue sitiada el 9 de noviembre de 1477 por los capitanes Juan de Biedma, Vasco de Vivero y Sancho de Águila, con 600 lanceros y dos mil escuderos.  Del mismo modo, los RRCC declararon traidor al mariscal, suspendiéndolo de sus oficios, mandando a Utrera a D. Gutierre de Cárdenas, tesorero mayor y posterior comendador mayor de León. Las esperanzas del mariscal se basaban en la esperanza de recibir ayudas del rey de Granada  y en la creencia de que la reina no podría mantener un largo asedio. Durante dos semanas se dispararon dos lombardas sobre las murallas y se decidió el asalto el 29 de enero en el que intervinieron fuerzas de Jerez y Lebrija. Esta misión resultó fracasada, a la que se uniría la toma por parte del mariscal del castillo de Matrera. Los asediados lograron sumar tropas nuevas tras la muerte de Juan de Guzmán, tomando las riendas Pedro de Esquivel. Navarro Saínz señala que Sevilla se vio implicada de lleno en el asedio, con una contribución militar importante. Así, enviaría en noviembre unos 80 ballesteros y 30 espingarderos, y en diciembre otros 80 ballesteros. En enero de 1478, se enviaron a petición del doctor Hernando de Talavera 600 ballesteros, 400 peones y 300 espingarderos durante ocho días que asaltarían la ciudadela tras los daños provocados por las lombardas. A fines de enero fueron solicitados otros 200 ballesteros, 150 espingarderos y 200 peones por seis días, y a mediados de febrero, se enviaron por un mes 100 ballesteros, 200 peones, 15 carpinteros, 20 pedreros y 15 minadores. El asedio del castillo fue relatado por Rodrigo Caro (1604). En su relato se aprecia como los principales daños de artillería que sufriría la fortaleza vendrían desde el oeste (junto a la Puerta de Jerez) y desde el norte. La toma final se realizó el 29 de marzo de 1478 por don Rodrigo Ponce de León, decretándose pena de muerte a los defensores, a excepción del hijo del mariscal (a 30 de septiembre de 1478 se redacta una carta de perdón por parte de los RRCC a favor del mariscal Fernando Arias: Sig. OSUNA, C.1635, D.1 del Archivo Histórico Nacional). Sería nombrado nuevo alcaide Gómez de Sotomayor por su hermano Pedro Vaca, siendo el mariscal perdonado posteriormente por la reina. Un año después, el Concejo de Sevilla libraba 20000 maravedís para reparaciones en la torre del homenaje (AMS, Papeles del Mayordomazgo, 1479). La consecuencia fue, a petición del marqués de Cádiz, que la mitad de las fortalezas de la jurisdicción sevillana serían controladas por hombres fieles a los reyes, por lo que el Concejo hispalense no gobernaría sobre las fortalezas que habían sido usurpadas anteriormente.

La frontera comienza a desaparecer hacia la década de los 80, con la toma definitiva de las plazas nazaritas de la sierra de Grazalema y de Alhama, en 1481. En esta última plaza intervendría el utrerano Martin Fernández de Bohórquez, en apoyo del Marqués de Cádiz, que posteriormente sería socorrido por el Duque de Medina Enrique de Guzmán (desde Utrera), el Conde de Cabra Alonso de Aguilar y Gonzalo Fernández de Córdoba (Caro, 1604). Con ello, la situación de inestabilidad militar desaparecerá en Utrera, a pesar de la derrota en la Axarquía, donde moriría Lope Ponce de León. Este personaje, y en general la familia Ponce, tendría gran importancia en la Utrera de fin de siglo y principios del XVI. En el testamento de Lope se ordenaba hacer una capilla en la ermita de las Veredas, donde sería enterrado, dando origen en 1505 al Monasterio de San Francisco. Como se mencionó anteriormente, era tradición por parte de los adalides militares reunirse en Utrera y ofrecer sus armas y pendones a la Virgen de las Veredas. Su nuera, Catalina de Perea edificaría el Hospital de la Santa Resurrección a principios del siglo XVI, en memoria de Juan Ponce de León, su marido, fallecido hacia 1505, y su hermano Diego construyó el monasterio de Santa Clara. Una de las últimas algaradas conocidas en tierras de la campiña se daría en 1481, repelida por el Duque de Arcos y auxiliado por el capitán Martin Fernández de Bohórquez. Más tarde, en 1484,  poco antes de la caída de Ronda, se produciría una nueva victoria con participación utrerana. En este caso, el escenario sería la torre de Lopera. Collantes de Terán indica que a partir del siglo XVI comenzaría el período de destrucción del castillo. Hacia 1513 estaría como alcaide Luis de Medina, que se mantuvo hasta 1542. En aquella fecha recibió de Sevilla 17000 maravedís para reparaciones en el castillo y en dos lienzos que estaban caídos a la entrada del castillo (Papeles del Mayordomazgo, 1513). En 1517 se gastarían 58000 maravedís, 10000 en 1519 y 30000 en 1521 (Papeles del Mayordomazgo, 1517, 1519, 1521). Collantes señala que el Cabildo sevillano conservaría la facultad de designar alcaide para velar por su conservación. En 1953, fecha de la publicación de la obra Los Castillos del Reino de Sevilla, se hallaba en gran parte arruinado, en especial las murallas. Los últimos alcaides conocidos serían Felipe Ruiz de Micó, en 1877, y Santiago Montoto de Sedas, en 1925.

EL CASTILLO EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA

Hasta 1975, el Concejo de Sevilla continuaría siendo el propietario del castillo de Utrera, encargado de su conservación y de la designación de alcaides (estos de carácter nominal; se conoce la designación de Felipe Ruiz de Micó en 1877 y de Santiago Montoto de Sedas en 1925). Todo ello a pesar que hacia 1743, con Felipe V, Utrera saldría de la jurisdicción de Sevilla, pasando a ser una villa de realengo. Como señala Manuel Morales, Utrera cae en manos de los franceses el 10 de febrero de 1810 tomando, entre otras edificaciones, el castillo (que tras el terremoto de Lisboa de 1755 presentaría un estado bastante lamentable, causando daños en la villa por valor de 117900 reales y 1400 ducados). La fortaleza sería cañoneada tras las protestas de los utreranos a las altas cargas y abusos a que eran sometidos por los franceses. Tradicionalmente se ha considerado que los impactos a la fortaleza vendrían de la Huerta de la Zorra, lo que hoy es la Vía Marciala, provocando importantes destrozos. Javier Mena (historiador del Ayuntamiento de Utrera) señala que el castillo y sus alrededores, al formar parte de la propiedad del Estado, serían afectados por las desamortizaciones que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX, vendiéndose sus aledaños hasta los límites de murallas en subasta pública. De este modo, en 1858 sería el primer propietario del “cortinal del Castillo” Manuel María Roca y Saborido, obteniendo autorización del Capitán General de Distrito a fines de 1860 para tomar en usufructo la Torre del Homenaje y parte de los muros del castillo. Este derecho será transmitido a su viuda Felisa Riapecha y Fuertes, no así a su nuevo dueño Joaquín Martínez Matienzo en 1869, debido a que el Registrador de la Propiedad consideraba que tal competencia era del Estado. Javier Mena, en su Informe sobre el castillo de Utrera, indica que esto no sería respetado por otros compradores, como Braulio Ruíz, en 1862, Enrique de la Cuadra en 1888 y Fernando y Federico de la Cuadra en 1893.

En 1915, Rafael Adame Peña, alcalde de Utrera, realizará obras en el recinto, levantando de nueva planta gran parte de los muros y torreones derruidos, aplicando un enlucido exterior a los lienzos que aún hoy se mantiene en algunos sectores. Como señala Mena, estas obras provocaron la protesta del Ayuntamiento de Sevilla que aludía a la titularidad del monumento. Con motivo de ello, el 22 de mayo de 1926, el Ayuntamiento de Sevilla comunica lo siguiente: “Que en cumplimiento de Órdenes de la Dirección General de la Propiedad y Contribución territorial a instancia de don Rafael Adame Peña, se incautaba a nombre del Estado y con las formalidades de rigor de la Torre del Homenaje del Castillo de Utrera”. Esto supuso que el Ayuntamiento de Sevilla interpusiera un recurso sobre el castillo. Las disputas continuarían en 1930 debido a la caída de la torre oeste el 7 de junio con motivo de un temporal de agua, provocando destrozos en el abovedamiento del arroyo Calzas-Anchas y en los rediles situados anejos a las murallas. La noticia sería publicada en el diario ABC a día 8 de junio de 1930 de la siguiente forma: “Utrera. 7, 8 noche. (Conferencia telefónica). Esta mañana se ha derrumbado una de las torres de este castillo, llevándose un gran paño en la caída. La pared contigua, en la parte baja, ha sido derribada por la brusquedad del golpe. Quedaron sepultados varios cerdos e infinidad de aves de corral. Otra torre contigua amenaza ruina. La cañería de una cloaca se ha reventado en el aludido lugar. El alcalde de Utrera visitó ayer al gobernador civil (el Conde de San Luis) para darle cuenta de que por efecto del fuerte temporal reinante habían ocurrido derrumbamientos en el histórico castillo de aquella ciudad. Como dicha fortaleza pertenece al patrimonio de Sevilla, la mencionada autoridad, por indicaciones del Conde de San Luis (que visitó el mismo día Utrera), puso el hecho en conocimiento del alcalde, señor Conde de Halcón, quien dio órdenes para que el arquitecto municipal haga un reconocimiento y le informe de su resultado”. El ayuntamiento de Utrera reclamó al de Sevilla los costes de la reparación de la bóveda del Calzas-Anchas. El alcalde de Sevilla, Conde de Halcón, respondería el 25 de febrero de 1931: “Que hasta que la superioridad no resuelva el mencionado recurso, no habrá llegado el día en que pueda determinarse a quién corresponde en derecho reintegrar al Ayuntamiento de Utrera las pesetas invertidas y satisfechas en las obras ejecutadas con motivo del hundimiento de parte de aquel Castillo”. El caso es que el derrumbe del sector noroccidental de la fortaleza ha sido justificado por la conjunción entre el temporal de agua y el infortunado maridaje entre la fábrica medieval y la reconstrucción efectuada por el alcalde Adame.

Javier Mena, en el Informe citado, indica que a comienzos de siglo el Cortinal del Castillo estaba en poder de Rafael Adame Peña, que lo inscribiría a favor de la Sociedad Anónima Harinera Agrícola de Utrera de la que era presidente. A fecha 20 de abril de 1932 se embarga la finca por la Hacienda Pública y subastada por el Juez Municipal Joaquín del Castillo Sánchez, adquiriéndola Juan García Vázquez. En 1973, estos terrenos serían declarados de utilidad pública para uso  y disfrute de la alcazaba de Utrera por el decreto 1203/73 de 19 de marzo (BOE 12 de junio), dictaminando el Ministerio de Educación y Ciencia que la expropiación se realizase en beneficio del Ayuntamiento de Utrera, asignando un justiprecio.  El 30 de septiembre se suscribe el acta de pago, recibiendo Nicasio García López 900000 pesetas y Carmen López 200000 pesetas. La inscripción definitiva a nombre del Ayuntamiento de Utrera se hace el 18 de junio de 1975. No obstante, la torre del Homenaje continuaría siendo propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, como se puede leer en el diario ABC de 11/06/1995: “En el caso del de Utrera, sólo pertenece a la Corporación hispalense lo que es la torre, a cuyo uso cultural no se ha puesto nunca ninguna pega, lo mismo que tampoco se ha mostrado interés alguno por él.” En el titular de la noticia se podía leer: “El Ayuntamiento (de Sevilla) estudia la cesión formal del uso de los castillos que tiene en las provincias de Huelva, Badajoz y Sevilla”.

Las penúltimas reformas realizadas en el conjunto las realizaría Rafael Manzano, con patrocinio de la Dirección General de Bellas Artes y tras ser aceptadas por el Consejo de Ministros de mayo de 1973, dándose por finalizadas con intervención del Ayuntamiento de Utrera el 30 de julio de 1986. El diario ABC, en fecha de 21 de enero de 1983, señala que González Moreno escribiría sobre el gran valor que para esta restauración sería usar el plano del Conde de Aponte, ejecutado en 1750 en la Escuela Naval de Sevilla, que poseen los herederos de Salvador Guardiola Fantoni. Dos años después, la Escuela-Taller Domingo Ruiz realizó nuevos trabajos consistentes en el reforzamiento de los muros, rebaje del patio de armas hasta encontrar el nivel histórico (medieval) y rehabilitación de los nuevos elementos aparecidos. Durante estos años y hasta la actualidad, el castillo y su entorno ha sido usado como espacio festivo: ferias medievales, conciertos, cine, restaurante, exposiciones o sala de fiesta. La última intervención de restauración tuvo lugar en la torre del Homenaje y parte de los lienzos entre 2009 y 2011. Como dato anecdótico, se ha de señalar que en los primeros días de la Guerra Civil, el castillo fue usado por los partidarios del bando republicano como vigía o fuerte, recobrando su original uso (ABC de Sevilla, 28/07/1936).

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