lunes, 17 de febrero de 2014

Intervención arqueológica en el Castillo de Utrera. Parte II. El III milenio

Ocupación del cerro del Castillo durante el III milenio a.C

La excavación y el reconocimiento de los restos arqueológicos que se superponen sobre el cerro calizo a una cota de -6,25 m con respecto al patio de armas han permitido reconocer varias fases de ocupación. Cada fase se puede componer de lo que hemos denominado niveles. Estos niveles abarcan un conjunto de unidades estratigráficas que se encuentran íntimamente relacionadas por cuestiones de sincronía o de afinidad cultural. Por ejemplo, se ha considerado que un hogar situado sobre una cama de cal compone un mismo nivel. Asimismo, la capa de tierra que amortiza este espacio tras su abandono también formaría parte del mismo nivel. El conjunto de niveles que guardan una relación sincrónica forman una fase. Durante el III milenio a.C se suceden tres fases desde el Calcolítico Pleno hasta la aparición de la Cultura campaniforme.


- Calcolítico

A mediados del III milenio, en plena dispersión del período calcolítico, y en el momento de mayor auge del poblado de Valencina de la Concepción se asientan en el pequeño cerro calizo intervenido las primeras comunidades que conforman un hábitat más o menos estable en el solar de la actual Utrera. Este momento, que se define en la actualidad como Calcolítico Pleno, será continuado durante el citado milenio hasta la llegada de la cultura campaniforme. El cerro del castillo presenta 3 fases pertenecientes a esta prehistoria reciente que pasamos a definir:

FASE I (niveles 1.1, 2.1, 2.2, 4.2 y 4.3)

Los primeros pobladores se instalan sobre la misma piedra caliza a orillas de un entorno lacustre representado por los regajos o arroyos que limitarían el hábitat tanto al sur como al norte. A una cota de - 6,30 m se construyen cabañas en la ladera norte del cerro. Estas han venido representadas por el hallazgo de adobes con improntas de cañizo, huellas resultantes de estas construcciones frugales. En el macropoblado de Valencina de la Concepción, como ejemplo más paradigmático, se conocen cabañas de forma oval o circular excavadas en el terreno geológico que alcanzaban hasta unos 6 m de diámetro. Dentro de esta fase, se ha detectado en el sondeo 2 un posible momento de mejora del interior del hábitat (nivel 2.2) que supondría una cierta pervivencia en el tiempo. En el sondeo 2, sobre la misma piedra natural se encontraba una sucesión de piedra caliza (UE 221) que debió servir como hogar (si atendemos a los restos de tierra ennegrecida) o incluso horno. Estas piedras serían selladas por una cama de cal de unos 3-4 cms (UE 220) a modo de pavimento. En nuestro caso, los primeros niveles excavados en los sondeos 1 y 2 se separan justamente unos 6 m. En ambos niveles (1.1 y 2.1) se hallaron evidencias de una ocupación en la que sus moradores se dedicarían a los pluriempleos tradicionales que definen el período calcolítico. En síntesis, estos se pueden describir así:

- Agricultura: la principal evidencia (junto al hecho de encontrarnos en una campiña fértil) que nos hace pensar que los “protoutreranos” se dedicaron a la roturación de la tierra es el hallazgo en esta primera fase de molinos de tipo barquiforme, cuyo uso vendría a ser la molienda del grano. Aunque algunas piezas similares halladas en el Bajo Guadalquivir se han identificado como molederas de mineral para la obtención de engobes como la almagra, en nuestro caso las dos piezas detectadas no presentan huellas de este tipo. El grano, así molido o sin moler, se almacenaría en grandes vasos de almacenamiento o tinajas. Estos recipientes, de grandes paredes, también han sido reconocidos en esta fase.

- Ganadería: Utrera, como después se explicará, se sitúa junto a la confluencia de varias veredas o caminos naturales que enlazaría con los principales asentamientos contemporáneos (Gandul, Carmona, Motilla Alta, Casar…). Las evidencias al respecto han sido el hallazgo de alguna mandíbula de ovicáprido y de óseos perteneciente a vacunos y suidos que nos permite pensar que estos pobladores eran también ganaderos.

- Pesca y caza: estos niveles no han ofrecido restos de animales tradicionales en las actividades cinegéticas lo que obviamente no significa que no se desarrollasen en nuestro poblado. En relación a la pesca, se ha recogido una muestra de ostión, bivalvo que suele vivir en el curso bajo y en la desembocadura del Guadalquivir y alguna columbella. Como sabemos, este río formaría un amplio estuario con desembocadura a la altura de la Puebla del Río, a menos de una jornada de distancia.

- Artesanía: se trata principalmente de la manufactura de tejidos, útiles líticos y cerámicas. Aunque evidentemente se podrían intercambiar productos locales entre las distintas comunidades de la campiña y de las riberas del río, el hombre del III milenio tendería a ser autosuficiente en cuanto a la producción de artefactos o útiles.

La cerámica es el producto que mejor ejemplifica tanto este carácter como el hecho de las claras relaciones entre las distintas comunidades. Si bien, los conocidos platos de borde almendrado o engrosado debieron fabricarse de forma local, la semejanza entre las producciones de Valencina con las de otros focos como el Amarguillo II (Los Molares), el Casar (Utrera), La Longuera (El Viso, Córdoba) o Utrera deben explicarse por una cierta homogeneidad entre las distintas comunidades que se reflejan en las modas y en las formas. En nuestro poblado, tenemos evidencia de extracción de arcilla en el sondeo 4, practicado casi en la falda del cerro. Aunque no se indagó en la relación estratigráfica entre estas áreas de extracción con la fase que se describe, la semejanza entre los materiales podrían adscribir los niveles 4.2 y 4.3 a este Calcolítico Pleno de la Fase I. La vajilla más representada se trata de los vasos de forma globular que debieron tener un uso mixto (cocina y almacenaje, tanto líquidos como sólidos). Una segunda producción es la que fecha principalmente la fase I: los platos y fuente. Este tipo de vasos ha sido considerado como el principal fósil director del Calcolítico Pleno, cuya aparición estaría fechada en torno al 2600 a.C. Se trata de grandes recipientes con un diámetro no menor a los 24 cms que se han relacionado con el servicio de alimentos sólidos para ser consumidos en comunidad.  Nuestras muestras presentan un buen tratamiento exterior, con espatulados, bruñidos y engobes (alguno a la almagra). Aquellos con menor desarrollo del cuerpo son llamados platos frente las fuentes con mayor hondura, aunque ambas producciones son tipológicamente idénticas. En algún caso, tenemos piezas con agujeros realizados antes de la cochura, lo que vendría a sugerir la idea de que podrían estar colgados durante el servicio y el consumo. En menor proporción tenemos vasos hemiglobulares o cuencos, pequeños vasos y, por último, dos fragmentos de cazuelas carenadas. Este último tipo de vajilla permanece durante el III milenio tras su introducción a fines del IV milenio o principios del siguiente.

Un último detalle acerca de las producciones cerámicas es el relativo a su decoración o tratamiento. Las piezas, por lo general cocidas de forma reductora, tienen un tratamiento exterior heterogéneo, en función del uso al que esté destinado. Las ollas o vasos globulares presentan su parte exterior visible por lo que suelen estar al menos espatuladas, cuando no bruñidas. Al interior, tenemos piezas que apenas han sido alisadas y otras con bruñidos. Las piezas más pequeñas suelen estar bien tratadas, con bruñidos muy finos. En relación a los platos, el aspecto desbastado o incluso grosero de su parte exterior (o más bien inferior) significaría que solo su cara interior estaría vista. Al interior, todas las piezas observadas en la campiña utrerana están muy bien tratadas. Por último, debemos reseñar que apenas tenemos piezas decoradas externamente mediante incisiones, impresiones… Destaca la presencia de cerámica pintada con trazos negros realizados aparentemente con los cinco dedos de la mano. El alfarero se mancharía de tintes oscuros que una vez untado en la yema de los dedos aplicarían a las piezas (en nuestro caso a restos de vasos globulares) antes de la cocción. En otros dos casos tenemos una pieza con ungulaciones realizadas muy toscamente y otra muestra decorada con incisiones en forma de líneas paralelas.

Mayores dudas tenemos con la producción textil y la posible relación de ésta con los llamados cuernecillos. Aunque obviamente existiría esta actividad los hallazgos de estas posibles piezas de telar han generado dudas en todos los autores o excavadores de contextos calcolíticos. Estos cuernecillos son elementos en forma de media luna realizados en cerámica poco cocidas con agujeros en sus extremos, lo que en algunos casos ha hecho que se interpreten como colgantes. En nuestro caso, tenemos cuatro fragmentos de sección cilíndrica o amorcillada similares a las producciones de Valencina o Carmona. Otro elemento que podría indicar la existencia de manufactura textil es la presencia de algún punzón de piedra y hueso, ideal para traspasar materiales como el cuero.

En relación a la industria lítica tenemos un pequeño repertorio de piezas de tipología y función similar a los estudiados en el entorno. El habitante del primer poblado calcolítico de Utrera elaboró cuchillos de sección triangular y trapezoidal, machacadores, punzones o molederas (molinos barquiforme). Los cuchillos se elaboran por lo general en cuarcita o sílex, mientras que el resto de útiles pueden estar elaborados en cuarcitas, granito o cantos rodados.

- Relaciones exteriores: como se ha señalado, tanto las rutas de comunicación existentes como la homogeneidad de materiales permiten sospechar que el habitante del cerro del castillo mantendría relaciones de diverso tipo con las comunidades de El Casar, El Amarguillo II, Gandul, Motilla Alta… No obstante, la evidencia más patente de ello sería la presencia de materias primas no existentes en el entorno del casco urbano de Utrera. Nos referimos a los distintos sílex hallados (de colores rojo, crema, verdoso, negro) o incluso el granito, más propios del sur de la campiña de Utrera. Por otro lado, la presencia de ostiones típicos del río Guadalquivir también anima a pensar en estas relaciones externas.

- Cocina, elaboración de alimentos: la evidencia más clara que se observa en la Fase I es precisamente esta. Los “protoutreranos” de mediados del III milenio recogían, almacenaban y trataban los distintos alimentos en el interior o en el entorno de las cabañas. De hecho, en el interior de una de ellas se observó el hogar citado con evidencias de combustión y carbón. En su entorno nos encontramos con huesos de ovicápridos y vacuno con huellas de haber sido descarnados y, posteriormente, cocinados. Por otro lado, la presencia de vasos de almacenamiento es bastante importante en esta fase, recipientes que también pudieron servir para la cocción de los mismos. El servicio de los mismos se haría mediante vasos hemiglobulares (grandes cuencos), platos o fuentes. Para beber se usarían pequeños cuencos o vasos de paredes rectas.

- Vida espiritual: es frecuente el hallazgo en yacimientos como Valencina o el Amarguillo II de ídolos o idolillos. En esta primera fase se halló un fragmento de tipo cónico de base cuadrada con impresiones realizadas con los dedos. Conlin Hayes (2003) se refiere a ellos como morillos o conos de barros, piezas que han sido consideradas como elementos funcionales por su dureza y vinculados a hogares (señala un ejemplo en Marismilla) o como ídolos cónicos relacionados con cultos del Próximo Oriente. En Valencina aparecieron un gran número de ellos. Fernández Gómez y Oliva Alonso los describe como piezas mal cocidas que pudieron tener una longitud de unos 20 cms. Señalan que han sido considerados como soportes de asadores o como ídolos de cuernos.


En resumen, nos encontramos con un primer hábitat en la ladera norte del cerro del castillo, consistente en cabañas probablemente cavadas sobre el nivel geológico. Se han detectado entre uno y dos fondos de cabañas que tendrían una profundidad de un máximo de 1,20 m. En el interior de las mismas se han localizado los materiales cerámicos, líticos y óseos que evidencian la presencia de una comunidad perteneciente al Calcolítico Pleno. La presencia de platos o fuentes data la Fase I a mediados del III milenio, fechados, por ejemplo, en el cercano Amarguillo II entre el 2870/2409 a.C. Este nivel se encuentra sellado por un nuevo nivel de uso que hemos denominado Fase II. El hábitat de la Fase I se abandona durante cierto tiempo y sobre sus restos se implanta un nuevo hábitat de similares características o sucesor de aquél. A señalar finalmente que parte de las cabañas de la Fase I se encontraba cortada por la caída de parte de la ladera en 1930. Este desplome las ocultaría parcialmente con un relleno mezclado de materiales fechados de distinta cronología. Es el caso de la UED 222, con restos de varios fragmentos de vasos campaniformes que debieron proceder de estratos superiores.






FASE II (niveles 1.2, 2.3, 2.4, .2.5 y 2.6)

80 cms por encima de la primera ocupación del cerro, a cota de -5,30 m se reconoció un nuevo hábitat que selló las primeras cabañas ubicadas en la ladera norte. Tras la apertura del sondeo 1 se detectó huellas de una ocupación que aparentemente correspondía a la presencia de una nueva cabaña. Ésta venía representada por una gruesa capa de cal en la que se observaron evidentes huellas de combustión. En su parte central se detectó un agujero de poste, por lo que no debemos estar mal encaminados si pensamos en la ubicación a esta cota de una cabaña. Al interior se recogieron una serie de artefactos que indican una funcionalidad de tipo doméstica, bastante similar a la precedente. Entre las piezas principales contamos con dos grandes fragmentos de molino barquiforme (en cuarcita y arenisca) junto a machacadores que aparentemente corresponden a procesos de transformación de alimentos (se han recogido restos óseos de ovicápridos, suidos y vacunos con huellas de combustión) aunque no se debieran descartar otros usos como pudieran ser la obtención de pigmentos o la manipulación de minerales. Este último aspecto podría justificarse con la presencia de un posible molde de forma rectangular y alargada y por la existencia de importantes capas de cenizas. La mayor parte del registro viene representada por restos de vajillas de tipo globular, con evidentes huellas de combustión, tratadas con engobes (almagra) y espatulados. Peor representados están los fragmentos de platos y fuentes que conviven en igualdad con algunos fragmentos de cazuelas carenadas. Las cerámicas están tratadas generalmente mediante espatulados o engobes, usándose en algunos casos almagra. Tan solo se recogió un fragmento de cerámica con cocción reductora de perfil curvo con decoración exterior mediante líneas paralelas incisas bajo algunos motivos en forma de zigzag.

El objeto más sugerente de la cabaña se trata de una placa de forma circular de unos 7,4 cms de diámetro y 2,4 cms de grosor de cerámica poco cocida y con al menos 4 líneas incisas en el canto. Este tipo de objetos, con escasos paralelos en el resto de estaciones contemporáneas a la Utrera calcolítica, tiene un precedente más o menos similar en Valencina, donde Fernández y Oliva definieron una pieza parecida como ídolo esquemático de cerámica. El ejemplo de Valencina es considerado como una placa de arcilla cocida de forma ovalada que ofrece una representación esquemática de cabeza y brazos, labradas en hueco, en uno de sus caras, y un rebaje semicircular que parece apropiado para sostenerlo con la mano, en la otra. Se trate de un ídolo o no, nuestra pieza recuerda a las placas cerámicas sumerias en las que se representaban impresas relaciones de tipo comercial (dicho esto con todas  las reservas, obviamente). En relación a esto tenemos que hacer referencia a los caracteres observados por la doctora Vázquez Hoys en el Museo Arqueológico de Huelva en dos artefactos recogidos en la Zarcita y en San Bartolomé (Huelva). Entre los caracteres documentados destaca la presencia de 5 líneas o rayas en el canto de un pulidor de flechas similares a las que presenta nuestro artefacto. Sea como fuere, la placa cerámica que se halló en la Fase II es al menos bastante curiosa.


En el sondeo 2 se obtuvieron niveles que se pueden adscribir a esta Fase II. Se trataba de una sucesión de tres hogares (UUEEE 210, 212, 209, 214 y 215). Lo exiguo del sondeo no permitía solventar la duda de si nos encontramos con la misma cabaña del sondeo 1, si se trataba de otra edificación o si se trata de un espacio exterior. Los tres hogares presentan similares características. El situado en un nivel más profundo (más antiguo) consiste en una pequeña capa de cal muy destruida con materiales asociados a la transformación de alimentos. Los siguientes niveles se construyen con hileras de piedras (por lo general la misma caliza del cerro) colmatadas por rellenos de cenizas y tierra con evidentes huellas de combustión. Los materiales asociados a estos estratos son principalmente vasos globulares junto a algunos fragmentos de tinajas, fuentes, platos, vasos carenados o vasos hemiglobulares. Junto a ellos destaca la presencia de algún resto de molino, cantos rodados y posibles percutores o pulidores de piedras. Como último detalle a destacar mencionamos la ausencia de sílex en ambos sondeos.




FASE III (niveles 1.3 y 2.7)

La Fase II desaparece de la misma forma que la precedente. Las cabañas o estructuras existentes durante la misma serán abandonadas durante un período indeterminado generando una estratigrafía de en torno a 1 m de grosor que haría crecer la cota del cerro en torno a 2 m respecto a la cota de los niveles geológicos calizos. Sobre estos niveles abandonados y posteriormente allanados se monta un nuevo hábitat en forma de cabañas de muy similares características a las dos fases anteriores. Tendremos la Fase III, cuyos materiales y funcionalidades no han variado en esencia. Un calcolítico más avanzado en la que todavía no aparecen materiales campaniformes evidentes. Esta nueva cabaña no parece excavarse sobre el nivel anterior. La base o nivel de uso consistiría en una cama de cal de unos 3 cms en la que se ha detectado un hogar realizado a base de piedras con tendencia circular. La interpretación del mismo, junto a su forma, se justifica por la existencia de niveles de carbón y huellas de combustión. Alrededor del mismo se hallan fragmentos de vasos globulares u ollas así como restos óseos de mamíferos de gran tamaño. Los materiales cerámicos conservan las formas tradicionales del calcolítico aunque los bordes entrantes de las ollas se ven enriquecidos por la aparición de algunos perfiles exvasados. Los vasos de tipo globular comparten importancia con los vasos carenados, cuencos o fuentes, con tratamientos espatulados, bruñidos, engobados, destacando la pervivencia de vajilla a la almagra, o incluso pintados. 



Junto a las características funcionales de los hábitats calcolíticos del cerro del castillo de Utrera, la Fase III incorpora la novedad de la presencia de dos brazaletes de arquero realizados en pizarra gris. Estos instrumentos, que ya aparecen en contextos adscritos al neolítico, no cuentan con una definición claramente definida, pudiéndose interpretar como elementos de adorno, pulidores de metal o como objeto fijado al antebrazo para amortiguar el tiro con el arco, hipótesis esta última que ha sido la tradicionalmente aceptada. Nuestros ejemplares, perfectamente pulidos, presentan orificios en los extremos (a excepción de una de las piezas que aparece rota en uno de sus costados) con forma de cono, por lo que estos se realizarían desde una de las caras. En relación a esto, también se recogió un útil óseo en forma de punzón que pudo servir para agujerear la placa pizarrosa. En nuestro caso, se halló en un contexto habitacional, aunque otros ejemplares similares se han recogido en necrópolis (por ejemplo en zonas levantinas).

Como última apreciación acerca de los contextos del III milenio que hemos denominado Fase III del Cerro del Castillo de Utrera podemos especular con su adscripción al momento campaniforme. Esta conjetura no ha sido confirmada estratigráficamente puesto que no se han recogido materiales tradicionalmente adscribibles a estos tipos en las UUEE que componen esta fase. No obstante, como se sabe, los niveles campaniformes se sitúan en posición estratigráfica más elevada que los niveles clásicos del Calcolítico Pleno (al menos, Fase I y II), como es el caso de la Fase III. La existencia en la ladera de cerámicas impresas propias de los tipos marítimos ha sido confusa al detectarse las mismas en rellenos mezclados con vajilla medieval o contemporánea o incluso en niveles turdetanos. Estos artefactos deben provenir probablemente de este último nivel calcolítico (Fase III). Los materiales asociados a la Fase III son propios de todo el horizonte reconocido durante el III milenio aunque la existencia de las dos piezas definidas como brazales, muy propias del horizonte campaniforme, nos podría incitar a adscribir esta fase a la llegada de este tipo de moda, cultura o incluso pueblo. 


A esta altura del discurso debemos explicar las complicaciones que la intervención arqueológica en la ladera norte del cerro del castillo conllevaba. A la importante pendiente que descendía casi a plomo desde el patio de armas a la cuenca del arroyo Calzas-Anchas se une la inestabilidad del terreno, muy afectado por la presencia de plantas de tipo invasor y por la existencia de rellenos recientes muy poco consistentes que hacía sospechar de un posible derrumbe parcial de parte del espacio excavado. Con esta situación se planteó una excavación mediante bataches que incluía el escalonamiento de los sondeos. La parte más elevada, justa la que debe presentar la interfacie de separación entre los niveles campaniformes y turdetanos fue escalonada por esta situación que comentamos y muy parcialmente excavada. A esto le sumamos la presencia de estructuras que decidimos mantener y de la que se extrae presumiblemente la información de que el cerro del Castillo también fue el solar de la implantación de un oppidum turdetano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario