Ocupación del cerro del Castillo durante el III milenio
a.C
La excavación y el
reconocimiento de los restos arqueológicos que se superponen sobre el cerro
calizo a una cota de -6,25 m con respecto al patio de armas han permitido
reconocer varias fases de ocupación. Cada fase se puede componer de lo que
hemos denominado niveles. Estos niveles abarcan un conjunto de unidades
estratigráficas que se encuentran íntimamente relacionadas por cuestiones de
sincronía o de afinidad cultural. Por ejemplo, se ha considerado que un hogar
situado sobre una cama de cal compone un mismo nivel. Asimismo, la capa de
tierra que amortiza este espacio tras su abandono también formaría parte del
mismo nivel. El conjunto de niveles que guardan una relación sincrónica forman
una fase. Durante el III milenio a.C se suceden tres fases desde el Calcolítico
Pleno hasta la aparición de la Cultura campaniforme.
- Calcolítico
A mediados del III
milenio, en plena dispersión del período calcolítico, y en el momento de mayor
auge del poblado de Valencina de la Concepción se asientan en el pequeño cerro
calizo intervenido las primeras comunidades que conforman un hábitat más o
menos estable en el solar de la actual Utrera. Este momento, que se define en
la actualidad como Calcolítico Pleno, será continuado durante el citado milenio
hasta la llegada de la cultura campaniforme. El cerro del castillo presenta 3
fases pertenecientes a esta prehistoria reciente que pasamos a definir:
FASE I (niveles 1.1, 2.1, 2.2, 4.2 y 4.3)
Los primeros pobladores
se instalan sobre la misma piedra caliza a orillas de un entorno lacustre
representado por los regajos o arroyos que limitarían el hábitat tanto al sur
como al norte. A una cota de - 6,30
m se construyen cabañas en la ladera norte del cerro. Estas han venido
representadas por el hallazgo de adobes con improntas de cañizo, huellas
resultantes de estas construcciones frugales. En el macropoblado de Valencina
de la Concepción, como ejemplo más paradigmático, se conocen cabañas de forma
oval o circular excavadas en el terreno geológico que alcanzaban hasta unos 6 m
de diámetro. Dentro de esta fase, se ha detectado en el sondeo 2 un posible momento
de mejora del interior del hábitat (nivel 2.2) que supondría una cierta
pervivencia en el tiempo. En el sondeo 2, sobre la misma piedra natural se
encontraba una sucesión de piedra caliza (UE 221) que debió servir como hogar
(si atendemos a los restos de tierra ennegrecida) o incluso horno. Estas
piedras serían selladas por una cama de cal de unos 3-4 cms (UE 220) a modo de
pavimento. En nuestro caso, los primeros niveles excavados en los sondeos 1 y 2
se separan justamente unos 6 m. En ambos niveles (1.1 y 2.1) se hallaron
evidencias de una ocupación en la que sus moradores se dedicarían a los
pluriempleos tradicionales que definen el período calcolítico. En síntesis,
estos se pueden describir así:
- Agricultura: la principal evidencia (junto al hecho de encontrarnos
en una campiña fértil) que nos hace pensar que los “protoutreranos” se
dedicaron a la roturación de la tierra es el hallazgo en esta primera fase de
molinos de tipo barquiforme, cuyo uso vendría a ser la molienda del grano.
Aunque algunas piezas similares halladas en el Bajo Guadalquivir se han
identificado como molederas de mineral para la obtención de engobes como la
almagra, en nuestro caso las dos piezas detectadas no presentan huellas de este
tipo. El grano, así molido o sin moler, se almacenaría en grandes vasos de
almacenamiento o tinajas. Estos recipientes, de grandes paredes, también han
sido reconocidos en esta fase.
- Ganadería: Utrera, como después se explicará, se sitúa junto a la
confluencia de varias veredas o caminos naturales que enlazaría con los
principales asentamientos contemporáneos (Gandul, Carmona, Motilla Alta,
Casar…). Las evidencias al respecto han sido el hallazgo de alguna mandíbula de
ovicáprido y de óseos perteneciente a vacunos y suidos que nos permite pensar
que estos pobladores eran también ganaderos.
- Pesca y caza: estos niveles no han ofrecido restos de animales
tradicionales en las actividades cinegéticas lo que obviamente no significa que
no se desarrollasen en nuestro poblado. En relación a la pesca, se ha recogido
una muestra de ostión, bivalvo que suele vivir en el curso bajo y en la
desembocadura del Guadalquivir y alguna columbella. Como sabemos, este río
formaría un amplio estuario con desembocadura a la altura de la Puebla del Río,
a menos de una jornada de distancia.
- Artesanía: se trata principalmente de la manufactura de tejidos,
útiles líticos y cerámicas. Aunque evidentemente se podrían intercambiar
productos locales entre las distintas comunidades de la campiña y de las
riberas del río, el hombre del III milenio tendería a ser autosuficiente en
cuanto a la producción de artefactos o útiles.
La cerámica es el producto que mejor ejemplifica tanto este carácter
como el hecho de las claras relaciones entre las distintas comunidades. Si
bien, los conocidos platos de borde almendrado o engrosado debieron fabricarse
de forma local, la semejanza entre las producciones de Valencina con las de
otros focos como el Amarguillo II (Los Molares), el Casar (Utrera), La Longuera (El Viso, Córdoba) o
Utrera deben explicarse por una cierta homogeneidad entre las distintas
comunidades que se reflejan en las modas y en las formas. En nuestro poblado,
tenemos evidencia de extracción de arcilla en el sondeo 4, practicado casi en
la falda del cerro. Aunque no se indagó en la relación estratigráfica entre
estas áreas de extracción con la fase que se describe, la semejanza entre los
materiales podrían adscribir los niveles 4.2 y 4.3 a este
Calcolítico Pleno de la Fase I. La vajilla más representada se trata de los
vasos de forma globular que debieron tener un uso mixto (cocina y almacenaje,
tanto líquidos como sólidos). Una segunda producción es la que fecha
principalmente la fase I: los platos y fuente. Este tipo de vasos ha sido
considerado como el principal fósil director del Calcolítico Pleno, cuya
aparición estaría fechada en torno al 2600 a.C. Se trata de grandes recipientes
con un diámetro no menor a los 24 cms que se han relacionado con el servicio de
alimentos sólidos para ser consumidos en comunidad. Nuestras muestras presentan un buen
tratamiento exterior, con espatulados, bruñidos y engobes (alguno a la
almagra). Aquellos con menor desarrollo del cuerpo son llamados platos frente
las fuentes con mayor hondura, aunque ambas producciones son tipológicamente
idénticas. En algún caso, tenemos piezas con agujeros realizados antes de la
cochura, lo que vendría a sugerir la idea de que podrían estar colgados durante
el servicio y el consumo. En menor proporción tenemos vasos hemiglobulares o
cuencos, pequeños vasos y, por último, dos fragmentos de cazuelas carenadas.
Este último tipo de vajilla permanece durante el III milenio tras su
introducción a fines del IV milenio o principios del siguiente.
Un último detalle acerca
de las producciones cerámicas es el relativo a su decoración o tratamiento. Las
piezas, por lo general cocidas de forma reductora, tienen un tratamiento
exterior heterogéneo, en función del uso al que esté destinado. Las ollas o
vasos globulares presentan su parte exterior visible por lo que suelen estar al
menos espatuladas, cuando no bruñidas. Al interior, tenemos piezas que apenas
han sido alisadas y otras con bruñidos. Las piezas más pequeñas suelen estar
bien tratadas, con bruñidos muy finos. En relación a los platos, el aspecto
desbastado o incluso grosero de su parte exterior (o más bien inferior)
significaría que solo su cara interior estaría vista. Al interior, todas las
piezas observadas en la campiña utrerana están muy bien tratadas. Por último,
debemos reseñar que apenas tenemos piezas decoradas externamente mediante
incisiones, impresiones… Destaca la presencia de cerámica pintada con trazos
negros realizados aparentemente con los cinco dedos de la mano. El alfarero se
mancharía de tintes oscuros que una vez untado en la yema de los dedos
aplicarían a las piezas (en nuestro caso a restos de vasos globulares) antes de
la cocción. En otros dos casos tenemos una pieza con ungulaciones realizadas
muy toscamente y otra muestra decorada con incisiones en forma de líneas
paralelas.
Mayores dudas tenemos
con la producción textil y la posible
relación de ésta con los llamados cuernecillos. Aunque obviamente existiría
esta actividad los hallazgos de estas posibles piezas de telar han generado
dudas en todos los autores o excavadores de contextos calcolíticos. Estos
cuernecillos son elementos en forma de media luna realizados en cerámica poco
cocidas con agujeros en sus extremos, lo que en algunos casos ha hecho que se
interpreten como colgantes. En nuestro caso, tenemos cuatro fragmentos de
sección cilíndrica o amorcillada similares a las producciones de Valencina o
Carmona. Otro elemento que podría indicar la existencia de manufactura textil
es la presencia de algún punzón de piedra y hueso, ideal para traspasar
materiales como el cuero.
En relación a la industria lítica tenemos un pequeño repertorio
de piezas de tipología y función similar a los estudiados en el entorno. El
habitante del primer poblado calcolítico de Utrera elaboró cuchillos de sección
triangular y trapezoidal, machacadores, punzones o molederas (molinos
barquiforme). Los cuchillos se elaboran por lo general en cuarcita o sílex,
mientras que el resto de útiles pueden estar elaborados en cuarcitas, granito o
cantos rodados.
- Relaciones exteriores: como se ha señalado, tanto las rutas de
comunicación existentes como la homogeneidad de materiales permiten sospechar
que el habitante del cerro del castillo mantendría relaciones de diverso tipo
con las comunidades de El Casar, El Amarguillo II, Gandul, Motilla Alta… No
obstante, la evidencia más patente de ello sería la presencia de materias
primas no existentes en el entorno del casco urbano de Utrera. Nos referimos a
los distintos sílex hallados (de colores rojo, crema, verdoso, negro) o incluso
el granito, más propios del sur de la campiña de Utrera. Por otro lado, la
presencia de ostiones típicos del río Guadalquivir también anima a pensar en
estas relaciones externas.
- Cocina, elaboración de alimentos: la evidencia más clara que se
observa en la Fase I es precisamente esta. Los “protoutreranos” de mediados del
III milenio recogían, almacenaban y trataban los distintos alimentos en el
interior o en el entorno de las cabañas. De hecho, en el interior de una de
ellas se observó el hogar citado con evidencias de combustión y carbón. En su
entorno nos encontramos con huesos de ovicápridos y vacuno con huellas de haber
sido descarnados y, posteriormente, cocinados. Por otro lado, la presencia de
vasos de almacenamiento es bastante importante en esta fase, recipientes que
también pudieron servir para la cocción de los mismos. El servicio de los
mismos se haría mediante vasos hemiglobulares (grandes cuencos), platos o
fuentes. Para beber se usarían pequeños cuencos o vasos de paredes rectas.
- Vida espiritual: es frecuente el hallazgo en yacimientos como
Valencina o el Amarguillo II de ídolos o idolillos. En esta primera fase se
halló un fragmento de tipo cónico de base cuadrada con impresiones realizadas
con los dedos. Conlin Hayes (2003) se refiere a ellos como morillos o conos de
barros, piezas que han sido consideradas como elementos funcionales por su
dureza y vinculados a hogares (señala un ejemplo en Marismilla) o como ídolos
cónicos relacionados con cultos del Próximo Oriente. En Valencina aparecieron
un gran número de ellos. Fernández Gómez y Oliva Alonso los describe como piezas
mal cocidas que pudieron tener una longitud de unos 20 cms. Señalan que han
sido considerados como soportes de asadores o como ídolos de cuernos.
En resumen, nos
encontramos con un primer hábitat en la ladera norte del cerro del castillo,
consistente en cabañas probablemente cavadas sobre el nivel geológico. Se han
detectado entre uno y dos fondos de cabañas que tendrían una profundidad de un
máximo de 1,20 m. En el interior de las mismas se han localizado los materiales
cerámicos, líticos y óseos que evidencian la presencia de una comunidad
perteneciente al Calcolítico Pleno. La presencia de platos o fuentes data la
Fase I a mediados del III milenio, fechados, por ejemplo, en el cercano
Amarguillo II entre el 2870/2409 a.C. Este nivel se encuentra sellado por un
nuevo nivel de uso que hemos denominado Fase II. El hábitat de la Fase I se
abandona durante cierto tiempo y sobre sus restos se implanta un nuevo hábitat
de similares características o sucesor de aquél. A señalar finalmente que parte
de las cabañas de la Fase I se encontraba cortada por la caída de parte de la
ladera en 1930. Este desplome las ocultaría parcialmente con un relleno
mezclado de materiales fechados de distinta cronología. Es el caso de la UED 222, con restos de varios fragmentos
de vasos campaniformes que debieron proceder de estratos superiores.
FASE II (niveles 1.2, 2.3, 2.4, .2.5 y 2.6)
80 cms por encima de la
primera ocupación del cerro, a cota de -5,30 m se reconoció un nuevo hábitat
que selló las primeras cabañas ubicadas en la ladera norte. Tras la apertura
del sondeo 1 se detectó huellas de una ocupación que aparentemente correspondía
a la presencia de una nueva cabaña. Ésta venía representada por una gruesa capa
de cal en la que se observaron evidentes huellas de combustión. En su parte
central se detectó un agujero de poste, por lo que no debemos estar mal
encaminados si pensamos en la ubicación a esta cota de una cabaña. Al interior
se recogieron una serie de artefactos que indican una funcionalidad de tipo
doméstica, bastante similar a la precedente. Entre las piezas principales
contamos con dos grandes fragmentos de molino barquiforme (en cuarcita y
arenisca) junto a machacadores que aparentemente corresponden a procesos de
transformación de alimentos (se han recogido restos óseos de ovicápridos,
suidos y vacunos con huellas de combustión) aunque no se debieran descartar
otros usos como pudieran ser la obtención de pigmentos o la manipulación de
minerales. Este último aspecto podría justificarse con la presencia de un
posible molde de forma rectangular y alargada y por la existencia de
importantes capas de cenizas. La mayor parte del registro viene representada
por restos de vajillas de tipo globular, con evidentes huellas de combustión,
tratadas con engobes (almagra) y espatulados. Peor representados están los
fragmentos de platos y fuentes que conviven en igualdad con algunos fragmentos
de cazuelas carenadas. Las cerámicas están tratadas generalmente mediante
espatulados o engobes, usándose en algunos casos almagra. Tan solo se recogió
un fragmento de cerámica con cocción reductora de perfil curvo con decoración
exterior mediante líneas paralelas incisas bajo algunos motivos en forma de
zigzag.
El objeto más sugerente
de la cabaña se trata de una placa de forma circular de unos 7,4 cms de
diámetro y 2,4 cms de grosor de cerámica poco cocida y con al menos 4 líneas
incisas en el canto. Este tipo de objetos, con escasos paralelos en el resto de
estaciones contemporáneas a la Utrera calcolítica, tiene un precedente más o
menos similar en Valencina, donde Fernández y Oliva definieron una pieza
parecida como ídolo esquemático de cerámica. El ejemplo de Valencina es
considerado como una placa de arcilla cocida de forma ovalada que ofrece una
representación esquemática de cabeza y brazos, labradas en hueco, en uno de sus
caras, y un rebaje semicircular que parece apropiado para sostenerlo con la
mano, en la otra. Se trate de un ídolo o no, nuestra pieza recuerda a las
placas cerámicas sumerias en las que se representaban impresas relaciones de
tipo comercial (dicho esto con todas las
reservas, obviamente). En relación a esto tenemos que hacer referencia a los
caracteres observados por la doctora Vázquez Hoys en el Museo Arqueológico de
Huelva en dos artefactos recogidos en la Zarcita y en San Bartolomé (Huelva).
Entre los caracteres documentados destaca la presencia de 5 líneas o rayas en
el canto de un pulidor de flechas similares a las que presenta nuestro
artefacto. Sea como fuere, la placa cerámica que se halló en la Fase II es al
menos bastante curiosa.
En el sondeo 2 se
obtuvieron niveles que se pueden adscribir a esta Fase II. Se trataba de una
sucesión de tres hogares (UUEEE 210,
212, 209, 214 y 215). Lo exiguo del sondeo no permitía solventar la duda de
si nos encontramos con la misma cabaña del sondeo 1, si se trataba de otra
edificación o si se trata de un espacio exterior. Los tres hogares presentan
similares características. El situado en un nivel más profundo (más antiguo)
consiste en una pequeña capa de cal muy destruida con materiales asociados a la
transformación de alimentos. Los siguientes niveles se construyen con hileras
de piedras (por lo general la misma caliza del cerro) colmatadas por rellenos
de cenizas y tierra con evidentes huellas de combustión. Los materiales
asociados a estos estratos son principalmente vasos globulares junto a algunos
fragmentos de tinajas, fuentes, platos, vasos carenados o vasos hemiglobulares.
Junto a ellos destaca la presencia de algún resto de molino, cantos rodados y
posibles percutores o pulidores de piedras. Como último detalle a destacar
mencionamos la ausencia de sílex en ambos sondeos.
FASE III (niveles 1.3 y 2.7)
La Fase II desaparece de
la misma forma que la precedente. Las cabañas o estructuras existentes durante
la misma serán abandonadas durante un período indeterminado generando una
estratigrafía de en torno a 1 m de grosor que haría crecer la cota del cerro en
torno a 2 m respecto a la cota de los niveles geológicos calizos. Sobre estos
niveles abandonados y posteriormente allanados se monta un nuevo hábitat en
forma de cabañas de muy similares características a las dos fases anteriores.
Tendremos la Fase III, cuyos materiales y funcionalidades no han variado en
esencia. Un calcolítico más avanzado en la que todavía no aparecen materiales
campaniformes evidentes. Esta nueva cabaña no parece excavarse sobre el nivel
anterior. La base o nivel de uso consistiría en una cama de cal de unos 3 cms
en la que se ha detectado un hogar realizado a base de piedras con tendencia
circular. La interpretación del mismo, junto a su forma, se justifica por la
existencia de niveles de carbón y huellas de combustión. Alrededor del mismo se
hallan fragmentos de vasos globulares u ollas así como restos óseos de
mamíferos de gran tamaño. Los materiales cerámicos conservan las formas
tradicionales del calcolítico aunque los bordes entrantes de las ollas se ven
enriquecidos por la aparición de algunos perfiles exvasados. Los vasos de tipo
globular comparten importancia con los vasos carenados, cuencos o fuentes, con
tratamientos espatulados, bruñidos, engobados, destacando la pervivencia de
vajilla a la almagra, o incluso pintados.
Junto a las
características funcionales de los hábitats calcolíticos del cerro del castillo
de Utrera, la Fase III incorpora la novedad de la presencia de dos brazaletes
de arquero realizados en pizarra gris. Estos instrumentos, que ya aparecen en
contextos adscritos al neolítico, no cuentan con una definición claramente
definida, pudiéndose interpretar como elementos de adorno, pulidores de metal o
como objeto fijado al antebrazo para amortiguar el tiro con el arco, hipótesis
esta última que ha sido la tradicionalmente aceptada. Nuestros ejemplares,
perfectamente pulidos, presentan orificios en los extremos (a excepción de una
de las piezas que aparece rota en uno de sus costados) con forma de cono, por
lo que estos se realizarían desde una de las caras. En relación a esto, también
se recogió un útil óseo en forma de punzón que pudo servir para agujerear la
placa pizarrosa. En nuestro caso, se halló en un contexto habitacional, aunque
otros ejemplares similares se han recogido en necrópolis (por ejemplo en zonas
levantinas).
Como última apreciación
acerca de los contextos del III milenio que hemos denominado Fase III del Cerro
del Castillo de Utrera podemos especular con su adscripción al momento
campaniforme. Esta conjetura no ha sido confirmada estratigráficamente puesto
que no se han recogido materiales tradicionalmente adscribibles a estos tipos
en las UUEE que componen esta fase. No obstante, como se sabe, los niveles
campaniformes se sitúan en posición estratigráfica más elevada que los niveles
clásicos del Calcolítico Pleno (al menos, Fase I y II), como es el caso de la
Fase III. La existencia en la ladera de cerámicas impresas propias de los tipos
marítimos ha sido confusa al detectarse las mismas en rellenos mezclados con
vajilla medieval o contemporánea o incluso en niveles turdetanos. Estos artefactos
deben provenir probablemente de este último nivel calcolítico (Fase III). Los
materiales asociados a la Fase III son propios de todo el horizonte reconocido
durante el III milenio aunque la existencia de las dos piezas definidas como
brazales, muy propias del horizonte campaniforme, nos podría incitar a
adscribir esta fase a la llegada de este tipo de moda, cultura o incluso
pueblo.
A esta altura del
discurso debemos explicar las complicaciones que la intervención arqueológica
en la ladera norte del cerro del castillo conllevaba. A la importante pendiente
que descendía casi a plomo desde el patio de armas a la cuenca del arroyo
Calzas-Anchas se une la inestabilidad del terreno, muy afectado por la
presencia de plantas de tipo invasor y por la existencia de rellenos recientes
muy poco consistentes que hacía sospechar de un posible derrumbe parcial de
parte del espacio excavado. Con esta situación se planteó una excavación
mediante bataches que incluía el escalonamiento de los sondeos. La parte más
elevada, justa la que debe presentar la interfacie de separación entre los
niveles campaniformes y turdetanos fue escalonada por esta situación que
comentamos y muy parcialmente excavada. A esto le sumamos la presencia de
estructuras que decidimos mantener y de la que se extrae presumiblemente la
información de que el cerro del Castillo también fue el solar de la
implantación de un oppidum turdetano.
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