III milenio en el entorno de Utrera
La excavación en la
ladera del cerro del castillo de Utrera ha confirmado la existencia de un
asentamiento calcolítico en el sustrato arqueológico sobre el que se monta la
ciudad histórica. Las evidencias anteriormente conocidas tenían su origen en
las inspecciones realizadas durante la redacción del Plan Especial (Amores, F; Pérez Quesada, P) en las que
se reconocieron materiales procedentes del mismo castillo y, fundamentalmente,
de la orilla derecha de los arroyos de las Monjas y Calzas-Anchas. El conjunto
de toda esta información nos permite decir que el primer
poblamiento en el solar de Utrera sería un poblado con una extensión de unas 25
has que abarcaría la loma en la que durante el siglo XIV se ubicaría la primera
cerca medieval y que se extendería al norte de la misma, en el espacio
amesetado que se dispone en torno a la actuales calles Via Marciala y parte de
La Corredera. Mientras que el cerro del castillo ofrece un hábitat más o menos
permanente de cabañas, los solares que se inspeccionaron en el entorno de la
Via Marciala ofrecieron alguna estructura de tipo siliforme asociado a
materiales calcolíticos.
Área hipotética del poblado calcolítico de Utrera
Yacimientos calcolíticos y vías de comunicación en el entorno de Utrera (Fuente: Carta Arqueológica de Utrera, Pérez Quesada, Hormigo Aguilar, 2006)
Todo esto nos permite
pensar en un asentamiento localizado en un área abierta, probablemente no
fortificado, cuya economía debió ser básicamente agropecuaria y cuya ubicación
responde a la presencia de un relieve propio de la campiña junto a arroyos y
vías de comunicación. En este sentido, Utrera ha sido históricamente un lugar
de paso y de enlace hacia las principales rutas de captación de recursos o que
comunican con espacios diferenciados. Si atendemos a la dispersión de
yacimientos calcolíticos situados en Dos Hermanas, Alcalá de Guadaira, Los
Molares, Utrera, Montellano o Los Palacios, podemos especular con ello. Al
nordeste, considerando al Gandul, Carmona (y en general Los Alcores) como
principales núcleos del milenio en la orilla izquierda sevillana del
Guadalquivir, se llega fácil y cómodamente (la orografía así lo permite) a
partir de la Cañada Real de Carmona, que discurre junto a Utrera. Desviándonos
por la C.R de Marchamorón alcanzamos el Gandul tras sobrepasar los vados del Guadairilla
y el Guadaira. Aparte de este dato, meramente geográfico y especulativo,
tenemos que señalar la presencia del área dolménica de la Cruz del Gato que,
por cercanía, debemos asociar forzosamente a los protoutreranos del III
milenio. Tradicionalmente se ha interpretado que estos monumentos megalíticos
serían construidos en áreas que propiciaran su observación, como un aviso al
viajero de que entraba en un espacio habitado por otras comunidades. En este
caso, la necrópolis de la Cruz del Gato se ubica junto a los accesos a Utrera desde Carmona o el
Gandul y a una distancia de unos 1000 m respecto a las primeras evidencias
calcolíticas en La Corredera.
Un segundo espacio a
observar es el que enlaza Utrera con la orilla del río Guadalquivir o lo que posteriormente
sería llamado Golfo o Lago Tartésico o Ligustino. A este se accede por la misma cañada de Carmona y por la CR de Las
Cabezas, al sudeste. Ambas vías enlazan en la actualidad con la N-IV, que
fosiliza parcialmente la Via Augusta, que se sitúa apenas a unos 5 kms de la
paleocosta calcolítica. Aunque el modo
especulativo es el que impera en este análisis, sí podemos comentar lo
siguiente:
- Ambas vías aprovechan
un camino natural que aprovecha en parte el amplio valle del arroyo
Calzas-Anchas a la salida de la actual Utrera y en parte los valles de los
arroyos Fuente Vieja y Salado.
- Toda esta área está
exenta de evidencias o yacimientos calcolíticos lo que se puede interpretar
como un espacio baldío, de dehesas o de tránsito. Una excepción a esto es el
hábitat de Motilla Alta, situado en la confluencia de la vía que bordearía el paleogolfo (la
posterior Via Augusta), la CR de Las Cabezas y el arroyo Salado de Morón.
Motilla Alta, como Utrera, pudo ser una especie de “cabecera de comarca” o hábitat de mayor rango que controla un
espacio más o menos diferenciado. Otro dato es que al comienzo de la CR de Las
Cabezas, a la salida de Utrera por el suroeste, se encuentra otra área de
necrópolis: El Olivar Alto.
Junto a estos enlaces que
coinciden en la misma Utrera, el sur, caracterizado por una campiña alomada
regada por arroyos principalmente estacionales (Sarro, Guardainfantilla, Las
Pájaras) y alguno de mayor rango como el Salado de Morón, presenta una
importante densidad de asentamientos. Esta zona comunica Utrera con las
campiñas de Jerez o Lebrija o con los espacios poblados situados en la sierra
de Grazalema y presenta los únicos indicios conocidos hasta el momento de
hábitats neolíticos en las campiñas de Utrera y Los Molares: El Palomar. La
mayoría de estos asentamientos (Fuente Vieja del Campo, Carrascales II,
Rocesvalles I, Pescozal III, V y VI, Casa Coria II, Valcargado I y II y El
Amarguillo II – este último al este-sudeste) debieron ser pequeñas
explotaciones agropecuarias cuyo registro arqueológico no debe pasar de algunos
fondos de cabañas o silos. Estos yacimientos se ubican junto a las vías que se
dirigen al sur: hasta Jerez y Cádiz la CR de Venta Larga y Torres Alocaz y
hasta Ubrique y Ronda las CR de Sevilla a Ubrique, del Coronil y el camino de
Los Palos. El eje transversal estaría formado por el valle del Sarro en el que
se ubican las salinas de Valcargado, entorno junto al que se disponen algunos de
los asentamientos mencionados. No obstante, el hábitat de mayor rango sería el
Cerro del Casar cuya ocupación pudo tener su origen en fechas similares al
Palomar (en torno al IV milenio). El Casar, que en época romana pudo estar
vinculado a la extracción de sal en Valcargado, debió ser junto a Utrera el
principal hábitat vertebrador de la campiña. Su situación junto a la CR del
Coronil (hoy A-375) podría demostrar la primacía de la ruta que enlaza Utrera
(y con ella el Gandul o Carmona) con las sierras gaditanas. Otros asentamientos
situados en las márgenes de estas rutas y en la confluencia de arroyos debieron
ser Ventosilla II, Torres Alhocaz (Ugia) o Torre del Águila (Siarum).
En relación a la
cronología propuesta para el poblado calcolítico de Utrera, ya se ha comentado
que la primera implantación estable debe encuadrarse en un Calcolítico Pleno,
contando como principal fósil director la presencia de platos o fuentes. Junto a este tipo de vajilla destaca la
existencia de algunos ejemplares con decoración incisa, a la almagra o incluso
pintada. La cronología absoluta obtenida en Valencina apunta al 2600 a.C, en un
período que sus primeros excavadores identificaron como “de las colonias”.
Independientemente de las periodizaciones realizadas tradicionalmente no parece
haber demasiadas dudas si adscribimos la primera ocupación de Utrera (Fase I o
Utrera I) a la Fase II de Valencina, momento en el que los artefactos presentan
una importante similitud. Otras cronologías realizadas por radiocarbono se
obtuvieron en el cercano yacimiento del Amarguillo II, al este de Los Molares,
proporcionando unas fechas absolutas que variaban entre el 2870 y 2409 a.C.
Con mayor o menor
precisión, el hábitat de Utrera debió iniciarse sobre mediados del III milenio,
edificándose exnovo sobre un solar que no presenta evidencias neolíticas. La
pervivencia de la ocupación se continuará de forma más o menos continuada
durante todo el milenio con una Fase II (o Utrera II) que presenta
características idénticas a la precedente. No obstante, el hecho de que las
cabañas iniciales fueran abandonadas y colmatadas para construir sobre ellas
podría inducir a pensar en que las primeras ocupaciones de la Fase I pudieran
dejar este entorno, al menos durante cierto tiempo. De cualquier manera, exista
o no alguna relación filial entre los protoutreranos de la Fase I y II, las
características de ambas poblaciones son básicamente idénticas.
Las dudas se plantean
con la siguiente fase de ocupación (Fase III o Utrera III) que pudieran
corresponder a la presencia de la cultura campaniforme. Este período, que se
suele relacionar con un incremento demográfico, la explotación de nuevos
espacios y por la aparición de nuevos modelos de jerarquización viene
representado por el hallazgo en la ladera del cerro del castillo por un pequeño
conjunto de cerámicas descontextualizadas que podrían identificarse con el
último período calcolítico del cerro (la Fase III), donde han aparecido
brazales de arquero. Como es sabido, la fase campaniforme aparece en momentos
finales del calcolíticos, en los últimos estratos (por ejemplo, el Cerro de la
Virgen, Granada). Las distintas cronologías propuestas para este período no han
contentado a nadie, por lo general. Sin embargo, parece claro que esta cultura
no se extendería más allá del 1600 a.C, según se extrae de asentamientos como
Setefilla o El Berrueco, y tendrían un inicio en torno a fines del III milenio.
En el caso de Utrera, si atendemos a lo comentado anteriormente en relación a
su posición central en las rutas que acceden al sur desde Los Alcores,
encontramos varios sitios arqueológicos con presencia de este tipo de cerámicas
que amplían el catálogo de yacimientos conocidos hasta el momento. Son los
casos de Motilla Alta y Torres Alhocaz (junto a la Via Augusta o N-IV),
Pescozal V y Salpensa (junto a la A-375 o CR El Coronil) y dos lugares situados
en rutas transversales y junto a la salina de Valcargado (Valcargado II y
Carrascales Bajos I). Los ejemplares hallados en el castillo de Utrera
presentan decoración de tipo marítima mediante puntillado ofreciendo líneas y
decoraciones en zigzag. Las muestras observadas en la campiña de Utrera
pertenecen a este mismo tipo.
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